(viene del día anterior)
La blanca y amplia recepción del Hotel Melià estaba empapada de manchas de festival. Grandes pancartas, en frente de la entrada, saludaban a los que entraban; a la izquierda, el punto de información repartía todo tipo de panfletos. Los ascensores, diseñados para rascacielos futuristas, estaban orientados hacia la zona común y sus pantallas de cristal ofrecían la visión de un yo-yo a cámara lenta: vestidos de publicidad, se desplazaba al son de los clientes. Delante de esas grandes pancartas, Jordi Horno, reportero de la sección de cine de Canal10, de l'Empordà, era interrumpido por cuarta vez mientras intentaba grabar un vídeo describiendo el ambiente. Siempre pasaba alguien y tenían que volver a empezar. El quinto en hacerlo fue Luis, que volvía de su enésima reunión y se paseaba, bostezando, mirando a su alrededor sin prestar atención. Saludó distraídamente al elegante delantal que tecleaba detrás de la caja, justo delante de una entrada. Detrás de él, un universo paralelo: El Jardín, como lo llamaban los de prensa. Ahí tenían lugar las entrevistas, al borde de la piscina, y los pases de fotos.
La blanca y amplia recepción del Hotel Melià estaba empapada de manchas de festival. Grandes pancartas, en frente de la entrada, saludaban a los que entraban; a la izquierda, el punto de información repartía todo tipo de panfletos. Los ascensores, diseñados para rascacielos futuristas, estaban orientados hacia la zona común y sus pantallas de cristal ofrecían la visión de un yo-yo a cámara lenta: vestidos de publicidad, se desplazaba al son de los clientes. Delante de esas grandes pancartas, Jordi Horno, reportero de la sección de cine de Canal10, de l'Empordà, era interrumpido por cuarta vez mientras intentaba grabar un vídeo describiendo el ambiente. Siempre pasaba alguien y tenían que volver a empezar. El quinto en hacerlo fue Luis, que volvía de su enésima reunión y se paseaba, bostezando, mirando a su alrededor sin prestar atención. Saludó distraídamente al elegante delantal que tecleaba detrás de la caja, justo delante de una entrada. Detrás de él, un universo paralelo: El Jardín, como lo llamaban los de prensa. Ahí tenían lugar las entrevistas, al borde de la piscina, y los pases de fotos.
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